Fueron la primera pareja del mismo sexo en casarse en Mar del Plata, el 12 de agosto de 2010. Esa misma noche, Néstor murió en la fiesta. Cinco años después, Adrián también. El recuerdo de una noche fatídica, los sueños, la discriminación y las huellas de un amor que se resiste a ser olvidado.
por Julia Van Gool
Madrugada del 15 de julio de 2010, la plaza frente al Congreso de la Nación era una fiesta y culto al amor: centenares de personas celebraban bajo la noche helada que Argentina se convertía en el primer país latinoamericano en legalizar el matrimonio igualitario con 33 votos a favor, 27 en contra, 3 abstenciones y nueve senadores ausentes. A más de 400 kilómetros de Capital Federal también hubo festejos. En una casa del barrio La Perla, bajo la luz de un televisor que nunca se apagó, Néstor y Adrián se abrazaron, se besaron y se propusieron casamiento.
Con seguridad la imagen se repetía en varias casas a lo largo y ancho del país, pero en esa en particular, ubicada en el corazón del tradicional barrio marplatense, pasó algo más: nadie durmió y, cuando salió el sol, fueron los primeros en hacer la fila del registro civil de la avenida Independencia para sacar turno y certificar su amor, ahora sí, ante los ojos del Estado. El único que, hasta el momento, seguía mirando para un costado. Para el mediodía, la cuenta regresiva ya había empezado a correr: 28 días los separaban del día más feliz y más trágico de sus vidas.
Néstor Berchot y Adrián Gustavo García se casaron el 12 de agosto de 2010, a los 42 y 45 años de edad, y se convirtieron en la primera pareja conformada por cónyuges del mismo sexo en contraer matrimonio en Mar del Plata. Pese a que este podría haber sido el capítulo más feliz de esta historia de amor, es también el más triste.
Esa misma noche y en pleno festejo de boda con amigos y familiares, Néstor sufrió un infarto y murió a las 3 de la mañana en el Hospital Interzonal de Agudos de la ciudad. En el mismo lugar, pero cuatro años y medio después, Adrián también se iba de este mundo.
A diez años de esa unión, amigos y familiares reviven el recuerdo de una noche fatídica, los sueños, la discriminación y las huellas de un amor que se resiste a ser olvidado.
Casados. El momento exacto en el que Néstor y Adrián dieron el sí. Foto: Mauricio Arduín – La Capital.
El inicio
No planeaban casarse. Tampoco hacía mucho que salían juntos, menos de un año. La historia de Néstor y Adrián, ambos peluqueros, está marcada por la fugacidad y el infortunio, pero fundamentalmente está atravesada por ese amor que algunos podrían calificar “de película”: se conocieron entre las góndolas de un supermercado y, sus seres más cercanos, aseguran que fue un flechazo “a primera vista”.
La que lo cuenta y recuerda es Silvia Cosetto, íntima amiga de Adrián, aunque la fortaleza del vínculo que supieron forjar juntos la lleva a referirse a él como su hermano. En esta historia, los amigos y conocidos también toman carácter de familia, la que se elige y se construye.
“Néstor y Adrián se conocieron en el supermercado Vea, de Luro y Guido, por 2008, 2009. En esa época estábamos atravesando problemas económicos y con Adrián nos organizábamos para ir al supermercado juntos, hacer las cuentas, buscar precio, compartir gastos. Y un día de esos, Adrián lo vio entre las góndolas y se enamoró“, recuerda en una entrevista telefónica con LA CAPITAL.
“Lo veíamos muy seguido porque Néstor vivía por la zona, como nosotros. El tema era que él, Néstor, estaba en pareja y siempre iban juntos al supermercado. Pero eso a Adrián mucho no le importaba, cada vez que lo veía decía: ‘yo me voy a casar con ese‘. Y lo hizo”, agregó, Silvia, entre risas.
Los días pasaron, los encuentros y las miradas en el supermercado fueron cada vez menos espontáneos y más buscados y el amor entre ellos se volvió algo evidentemente difícil de ocultar. Después de las primeras conversaciones, Néstor dejó a su pareja, le “pidió la mano” de Adrián a Silvia y en menos de un mes decidieron irse a vivir juntos.
“Así fue el amor de ellos -describe, una década después, Silvia-, intenso pero muy profundo. Me acuerdo la cena en la que me dijeron que se iban a ir a vivir juntos. Le avisé a Néstor que esto era como en un local: ‘si a los cinco días no lo devolvés, te lo tenés que quedar'”.
No solo pasaron cinco días. En total, vivieron juntos casi 365 hasta que, una madrugada fría de julio, al calor de un país que amanecía más justo, se miraron a los ojos y decidieron casarse. Querían y, ahora, también podían.
“Yo en la semana en la que se debatió la ley había viajado a Pinamar, sola, para despejarme un poco del trabajo. Recuerdo que era la medianoche cuando los llamé por teléfono y me contaron que estaban siguiendo la sesión por la tele. Le recordé a Néstor que ya habían pasado más de cinco días, me dijo que tenía razón y que entonces se iba a tener que casar. Al mediodía del día siguiente me llamó Adrián y me dijo que Néstor no había dormido y que, en cambio, se había ido al registro civil”, describe Silvia, quien además fue la elegida para organizar el casamiento.
Néstor y Adrián, casados después de un año de amor.
El día
El 12 de agosto de 2010 fue jueves y todo era alegría para Néstor y Adrián. Desde hace algunos días, la noticia de que dos hombres se iban a casar por primera vez en la historia de Mar del Plata ya ocupaba parte de los medios de comunicación.
De hecho, unas horas antes del civil, en una entrevista televisiva que dio en su peluquería, Néstor confesaba que se casaba por amor y tranquilidad: la idea de que a alguno de los dos le pase algo dejando al otro sin resguardado los desvelaba.
El ceremonia fue multitudinaria. Cámaras de televisión y periodistas buscaban lugar entre las decenas de amigos y familiares que se hicieron presentes en el registro de Independencia al 2.800. Se sumaron al momento un gran número de militantes del colectivo LGBTQI+. El día era una fiesta en la que no faltaba nadie.
“A Néstor y Adrián los conocimos dos días antes de la boda. Me acuerdo que nos juntamos y nos contaron su historia. En general, los primeros casamientos en el país fueron de personas que hacía muchísimos años que estaban juntas y que, también, no eran necesariamente militantes”, señaló Karina, integrante de la ONG Asociación Marplatense por los Derechos a la Igualdad (AMADI).
Karina también recordó una particularidad: ese día primó la organización porque, además de estar presentes en la fiesta de Néstor y Adrián, el grupo de militantes tenían previsto acompañar el segundo casamiento igualitario de la ciudad, celebrado el 13 de agosto, entre Andrea Esquivel y Sonia Hospital. “Después de la fiesta de la noche había que moverse rápido, el casamiento era a las 8 de la mañana del día siguiente”.
En las fotos de ese día tomadas por el diario LA CAPITAL, lo que abundan son las sonrisas. Néstor y Adrián cierran los ojos bajo la lluvia de arroz, pero no dejan de sonreír y tomarse de las manos; Néstor y Adrián miran sonrientes a la jueza que les avisa que, ya está, felicidades, son esposos; Néstor y Adrián posan felices con su libreta de matrimonio. En el fondo, los testigos de la celebración de ese amor, también sonríen. Todos lo hacen, todos festejan.
Las imágenes de ese día también muestran que ambos tenían el mismo traje. Algunos pensarán que la coincidencia fue pensada, pero Silvia contó la verdad: “Yo los llevé al local en días distintos. Y pese a que tenían personalidades muy diferentes -Adrián era super vivaz y extrovertido, mientras que Néstor era el ‘reo’ de la pareja- eligieron el mismo traje. Nosotros no podíamos decir nada, pero me gusta pensar que la conexión de ellos era tan fuerte que hasta en eso supieron coincidir“.
Esa misma noche, la fiesta siguió. Como todos los momentos lindos de la vida se lograron gracias al esfuerzo de amigos. Uno ofreció el salón de su boliche en el microcentro, otro, joyero, hizo las alianzas en tiempo récord y otra se encargó de hacer una torta a medida. En tanto, Silvia, amiga de ambos, se encargó de los preparativos, lo que se dice una “wedding planner” (organizadora de bodas, en inglés).
“Fue todo muy rápido. Para la fiesta solo teníamos 50 platos, ni uno más ni uno menos. De hecho, a último momento se sumó una persona más y yo me fui a la barra. A todos les decía que estaba supervisando la fiesta, pero en realidad ¡no había lugar! Ludmila, una de mis hijas, comió la comida y yo el postre”, graficó Silvia, al rememorar esa noche en la que, pese a los recursos limitados, no podía faltar nada.
El reloj ya marcaba que era 13 de agosto y la gente bailaba los temas del momento, después de haber disfrutado el menú principal de la noche. Solo quedaba el corte de la torta para dar fin a las clásicas etapas que suelen tener las fiestas de casamiento, cuando pasó lo peor.
“Adrián estaba conmigo en la barra, estábamos charlando cómo íbamos a hacer el corte de la torta y Néstor estaba bailando con mi hija en la pista. En un momento lo vemos que se toca el pecho, mi hija lo hace sentar y me avisa. Enseguida llamamos a la ambulancia que no tardó en llegar, literalmente fueron dos segundos. Llegó y se lo llevó al HIGA, donde murió a las 3.30 de la mañana”.
En la guardia del hospital, aún vestidos de fiesta, Adrián y Silvia se enterarían que Néstor tuvo esa noche cuatro infartos. Uno en la pista, dos en la ambulancia y uno, el último y decisivo, en la sala de urgencias. Mientras las rotativas imprimían en los diarios la historia del primer casamiento igualitario en la ciudad, la noticia ya era otra.
El después
“Sos y serás la persona que llenó de alegría mi vida”. La frase fue la elegida por Adrián para despedirse de su gran amor y convocar, a través de los obituarios del diario, a todos los interesados de participar del último adiós. Se sumaron al pedido la madre de Néstor, su hijo Germán y sus hermanos Susana, Luján y Gabriel. Silvia y sus hijos, por supuesto, también quisieron despedirlo a través del medio que, apenas veinticuatro horas antes, contaba a la ciudad el momento más feliz de la historia.
Pero no todo fue entendimiento. En el medio del profundo dolor, sus seres queridos tuvieron que enfrentarse con otro: chocarse con la cruel realidad de una sociedad que no siempre está de acuerdo.
Con los resabios de un fuerte debate moral en torno a la legalización del matrimonio igualitario, algunos sectores que todavía sostenían su rechazo a la ley hicieron de la muerte de Néstor un argumento más.
“Personas cercanas llegaron a decirme ‘y bueno, de alguna manera tenían que pagar por lo que hicieron’“, recordó Silvia, todavía horrorizada de que hubiera gente que pensara que el amor podría ser de alguna manera razón suficiente para un “castigo divino”.
La discriminación y la insistencia por empujarlo a los márgenes de su propia historia no eran una novedad en la vida de Adrián. Un ejemplo: perdió contacto estrecho con sus padres una vez adulto y asumida su orientación sexual. Solo con su madre mantenía una relación especial, pero así y todo, con la muerte de ambos, la casa no fue heredada por él, que era hijo único, sino por el resto de la familia. “Él nunca quiso nada, pero lo cuento para que se hagan una imagen de él: no tenía a nadie, yo era su amiga y su familia”, señaló Silvia.
Con la muerte de Néstor, un manto de negatividad y hasta mote de ‘mala suerte’ recayó sobre Adrián. Poco a poco, sumergido en la tristeza de quien perdió lo más lindo de su vida, comenzó a alejarse de sus círculos más cercanos.
“Con el correr de los años, Adrián empezó a no contestar mensajes, a dejar sus trabajos, a armar otro grupo de amigos. Lo llamabas para coordinar un encuentro y siempre tenía una excusa”, contó Silvia, y aseguró que, de hecho, en abril de 2015, cuando murió Adrián, ellos no se veían desde hace casi un año.
“Un día me llaman diciéndome que en un portal de la ciudad habían publicado que se buscaba a la hermana de Adrián, uno de los cónyuges del primer matrimonio igualitario de la ciudad. Ahí fui al HIGA y estuve con él todo el mes que estuvo internado antes de morir, en gran parte inconsciente. Uno de los últimos días, me llené del perfume que tenía y a él le gustaba, y me acerqué mucho. Quería que sintiera que yo estaba ahí. Ese día, movió la mano”, contó Silvia, quien aseguró: “No existe ningún hombre en este mundo al que extrañe más que a él. Mi vida con él, y después también con Néstor, era mucho más vida de la que tengo ahora”.
Los días que le siguieron a la partida de Adrián -el 14 de abril de 2015- fueron para Silvia muy difíciles. Tras la muerte de su “hermano de la vida”, y por una fuerte insistencia de su parte, la médica del nosocomio le informó que los estudios de Adrián habían confirmado que tenía sida.
“Me sorprendí y le pregunté, entonces, qué tenía que hacer con esa información, si acaso no era útil que hablara con algunas personas que sabía que habían estado íntimamente con él. Me dijo que no, que no me podía meter en la vida sexual de nadie. Yo no me quería meter, no quería que nadie, como Adrián, no se tratara por el solo hecho de no contarlo”, aseguró.
“Yo creo que Adrián se dejó morir. El sueño de su vida era casarse y el amor de su vida era Néstor, ya no había nada más importante para él. Pero hay otras personas que no, que quieren vivir y que por el miedo a contarlo, no se tratan. No hay nada que esconder porque hoy hay claras posibilidades de que te salves la vida“, señaló Silvia. El mensaje lo repitió varias veces, quizás se trata de una información que a ella misma le hubiese gustado tener cinco años atrás.
Más allá del dolor, y en las vísperas de cumplirse una década de esa historia de unión y compromiso, Silvia asegura que el recuerdo de Néstor y Adrián se mantiene intacto: igual de feliz como ese 15 de julio, cuando la tenue luz de un televisor, en pleno barrio La Perla, alumbraba el abrazo entre dos hombres que quisieron jurarse amor eterno.
“Mientras hablo los estoy viendo. Lo veo a Adrián caminando con su camisa de seda y zapatos charolados por La Rambla y a Néstor, más tranquilo, andando a caballo con mi hija. No importa cómo los recuerde, siempre es con una sonrisa. Los que los conocían decían ‘esos se aman’. Y sí, se amaban. Su historia es fuerte, pero es por sobre todas las cosas, una historia de amor“.